La Busqueda del Jaguar Capitulo 4: Capullo
- Sr. Morga
- 15 may 2024
- 11 Min. de lectura
XV
El Príncipe llegó a un laberinto sagrado, persiguiendo la cola de un jaguar, era el que buscaba tal vez, o solo era una ilusión, caminó entre muros húmedos, quería guiarse por sus sentidos, pero todo olía a musgo y plantas, encontró el centro del laberinto, había un gigante de piedra con apariencia esquelética y un gran penacho con plumas de quetzal. El príncipe intentaba dar razón a lo que miraba, la gran estatua le dijo – ¡Deja de analizar todo, eso te está matando!
-¿De qué hablas? ¿Quién eres tú?
-Soy el Rey de este templo sagrado, joven Príncipe.
-¿Sabes quién soy?
-La Gran Madre me habló de ti ¡Aquí no está tu Jaguar!
El Príncipe se quedó sin boca, su cuerpo paralizado le pesaba demasiado, pero él se sentía ligero. El gigante se levantó del trono, tomó al príncipe, lo hundió en el suelo desde la cara hasta que su cuerpo desapareció por completo en la hendidura, creando un círculo de fuego.
-Deja de analizar, deja de hablar ¡Solo escucha! El jaguar está cerca de ti.
22 de Junio del 2023
La soledad de un enorme árbol llamó mi atención en la ventana del autobús, estaba en la punta de un cerro sin ningún otro árbol cercano a él, me causó mucha curiosidad ver como un árbol tan grande, estaba tan solo en un punto tan alto.
La experiencia de los lugares era algo mágico, pero también había tranquilidad que me inspiraba a escribir mientras escuchaba música y miraba por la ventana, en ratos volteaba a ver a mi papá, o miraba las películas que ponía El Pajarito, también revisaba mis redes ocasionalmente porque en varios lugares no había señal. Paramos a desayunar en un buffet, mi papá y yo aún nos sentíamos tímidos, nos sentamos aparte. El primer café del día se convirtió en cuatro tazas, mi papá solo se tomó una, estábamos muy emocionados, pues ya íbamos casi a la mitad del viaje, ya habíamos tenido contacto con la naturaleza, ahora era momento de conocer las ruinas arqueológicas, entrar a los vestigios de nuestros antepasados, ciudades en ruinas con muchas historias que contarnos.
Próximo destino: Yaxchilàn.
Darío nos explicó en el camino, que en toda esa zona hay restos arqueológicos, pero que es muy difícil llegar a un acuerdo con los ejidos que rigen las tierras, me causó tanta controversia y curiosidad pensar que a cualquier lado donde mirara podría haber alguna reliquia o ruina escondida.
El grupo se dividió en cuatro lanchas para llegar la acrópolis de Yaxchillan, Cinthya fue la que rompió el hielo, su amiga Daniela era un poco tímida pero se veía cómoda, su mirada me inspiraba ternura, después descubrí porque. Con nosotros también iba Raquel y Guillermo, esposos de décadas aun viviendo aventuras. Empezó la plática y los chistes, Víctor, quien aparentaba ser muy serio se unió a la plática y nos mostró que era muy alegre al igual que su compañera y amiga Adriana, que a veces me recordaba a mi mamá, por un momento el señor de la lancha fue víctima de bulling, iba muy serio y Guillermo lo evidenció. Tras una hora de camino yo me fui apartando de la plática viendo la inmensidad del rio Usumacinta, se veía muy profundo, aunque no estaba en toda su capacidad, me preguntaba cómo se vería en temporada de lluvias, las orillas de tierra húmeda delataban que habían sido cubiertas por el rio días antes, el viaje en lancha se había vuelto largo, de alguna forma no esperaba que el trayecto durara más, estaba impresionado, nunca había visto un rio tan grande, seguían apareciendo escenas de mi novela, tampoco dejaba de buscar mi jaguar entre el manto verde de las orillas del rio, esperaba ver aunque sea su cola, algo que me falta mencionar es que por un lado estaba México y del otro lado ya era Guatemala, solo un rio dividiendo dos países, en esta zona no se podía pisar aquel país sin documentación, no había señal en los teléfonos, se alcanzaba a detectar una señal como roaming, era una compañía de Guatemala, no se tenía acceso a las redes sociales de ninguna manera, desde este punto perdí contacto con mi universo rutinario, lo cual agradezco mucho, porque quería poner a prueba mi identidad lejos de todo lo que la formó.
Llegamos a la orilla del río, los otros compañeros ya se estaban aventurando en la selva, bajamos de la lancha y subimos unas escaleras, el conductor de la lancha nos dijo que en temporadas de lluvia el agua las tapa, ¡Escaleras! la constante de este viaje, pero eso no detenía a mi papá que ya mostraba mas autonomía, ya eran más las veces que me pedía detenerle su bastón, para sujetarse solo de las cosas, justo este día lo olvidó en el camión, caminamos un sendero donde el verde predominaba gracias a la vegetación, podíamos percibir la bienvenida con el canto de las aves y unos rugidos que se escuchaban y se hacían mas grandes con el eco, al entrar a la acrópolis había un panel informativo, donde decía que realmente no se sabe cómo se llamaba realmente el lugar, pero se cree que se pudo llamar Pa``chan que significa “Cielo dividido”. <<Ironía>> "venia pensando en la división de Guatemala y México, sentía nostalgia, como la sensación de estar en casa, pero ¿cómo era posible sentir eso, en un lugar en el que nunca estuve?
Se empezaban a asomar las ruinas en la caminata, un lugar que una vez estuvo habitado y los ruidos de la naturaleza creaban una esencia de pureza, se escuchaba como el viento pasaba entre las hojas de los árboles y golpeaba las paredes de los templos y ruinas, también se escuchaban diversos cantos de las aves.
XVI
El Grupo completo se reunió -¡Bienvenidos a Yaxchilan!- Dijo Darío para dar inicio a la explicación del lugar, Yachillan era una ciudad gobernada por el gran Pájaro Jaguar, de primera impresión solo se observaba la fachada de la ruina, conforme Darío explicaba todo tomaba forma, ahí estaba El Pájaro Jaguar sentado en un trono, aunque su forma no era tan clara, se podía percibir una figura humana de piedra, imponente observando la planicie que estaba frente a él, lo observe por un buen rato, algo se me hacía conocido. En la representación sentado de su trono, hecho de roca, lo rodeaba el árbol genealógico de su descendencia. Caminamos entre las ruinas, había arboles de unos cincuenta metros de altura, vi como mi amiga La Fotógrafa estaba parada frente a uno, buscando la mejor toma para hacer su magia, ya era momento de preguntarle su nombre, después de la caminata llegamos a un punto donde Darío nos dijo que había que subir muchos escalones, quien quisiera podía quedarse abajo y rodear la estructura, más adelante nos encontraríamos, eran demasiados escalones -mi papá y yo nos quedaremos abajo- fue lo que pensé, pero después vi que casi la mitad del grupo se estaba quedando, Fer me dijo que ella se podía quedar con mi papá , me inspiraba mucha confianza, lo miré tranquilo, me dijo que subiera, no sabía si dejarlo, pues no lo tendría a la vista. Por primera vez en el viaje nos separaríamos por un buen rato, de pronto pasó ella, La Fotógrafa, detrás de ella pasó Mireya y le dijo animosamente -¡Vámonos Flora!- caminaron juntas. Ahora ya sabía su nombre sin darme cuenta todas sus letras estaban implícitas en el seudónimo que yo le había puesto: La FOtogRA.
La luz del sol apenas y pasaba entre las hojas de los árboles de más de 30 metros de altura, esos longevos guardianes que vieron toda la historia de ese lugar, yo no pude resistirme y abrazar a uno de ellos, Flor me tomó algunas fotos en las ruinas, me dio una fascinación por retratarme en las entradas de los templos, tengo una frase que dice "Cuando cruzo el umbral de una puerta me pregunto ¿Estoy soñando?" esto lo hago como verificador de realidad para tener sueños lucidos, pero en este lugar todo era un sueño. La oportunidad se dio para que nos tomáramos una bonita foto grupal en los escalones.
XVII
Bajamos del otro lado, un rugido en medio de la selva nos alertó a todos -¡Es un jaguar!- dijo Darío, me brillaron los ojos, después nos dijo que era broma, realmente se trataba del sonido que hace el saraguato, también conocido como mono aullador. Me había separado de Flor, pero nos volvimos a encontrar, platicamos sobre algunos temas en común que teníamos, con la amena charla nos fuimos atrasando un poco, pero logramos alcanzar al grupo. Mi papá me esperaba con un bastón hecho con una rama, alguien se le hizo, nunca le pregunte quien fue, se levantó para seguirnos el paso, un poco antes de subir a la lancha, Flor me pregunto que si no quería tomarme una foto con mi papa, le pasé mi teléfono y nos tomó la foto, justo en ese momento pasó una mariposa volando, el resultado fue mi foto favorita de todo el viaje. Antes de subir a la lancha, miré el otro lado del río, de ese lado ya era Guatemala, pensaba en que tan lejos habíamos llegado mi papá y yo.
Subimos a nuestras respectivas lanchas, de nuevo los rostros que ahora ya eran familiares, nos preparamos para ir a comer, el camino de regreso fue igual de divertido, al bajar de la lancha nos atrasamos un poco mi papa y yo, lo noté un poco abrumado, tal vez era el cansancio, llegamos al restaurant, todos estaban sentados comiendo, mi papá quiso sentarse afuera, aun nos sentíamos tímidos, en otra mesa estaba Flor y su prima, pensé en irnos a sentar con ellas, pero ahora el que tenía pena era yo. Adriana y Víctor nos hicieron lugar en la mesa, estaban acomodados casi como en la lancha. Nos quitamos la pena y seguimos cotorreando con nuestros nuevos amigos.
XVIII
Antes de llegar a la selva me preguntaba cómo serían los lacandones -¿Ahí si veré a un Jaguar?- me preguntaba, luego empecé a divagar, me imaginé que tal vez en el campamiento donde íbamos, habría una especie de chaman maya, si tal vez el jaguar aparecería a través de un ritual; o empezaba a cuestionar si sería algún ser humano con alguna enseñanza, alguna metáfora o planta sagrada.
Cuando llegamos a la selva lacandona, Darío nos advirtió sobre cómo sería el campamento, nos dijo que tuviéramos cuidado con la araña de Don Vicente, nos habló sobre los lacandones y sus costumbres, ellos tienen un nombre maya y tienen un nombre hispano por cuestiones políticas, podíamos dirigirnos a ellos por cualquiera de sus dos nombres.
Desde que salí de casa soñaba con ver alguno de los paisajes de Chipas con lluvia, pero hasta momento Chaac, el dios maya de la lluvia no había dado muestras de su presencia. Nos asignaron nuestras cabañas, desempacamos para ir a comer, enfrente de nosotros había una cabaña donde vendían comida y bebidas, ahí ya estaba Adriana y Víctor, nos sentamos con ellos, esta vez sin pena, salió una joven lacandona con un huipil amarillo, con flores de adorno, su nombre era Top Che, quien nos atendió, era la nieta de Don Vicente; era muy hospitalaria y amable, nos explicó un poco de las costumbres del lugar, nos presentó a su abuelito luego nos ofreció algo de beber, pedimos unas cervezas –¡Siéntanse cómodos!- nos dijo, incluso nos dijo que había wifi, pero la verdad no quise saber nada del mundo exterior. Platicamos con Víctor y Adri, pensé que eran esposos, pero eran muy buenos amigos, nos contaron que se conocen desde la secundaria. Estaba disfrutando de platicar con ellos, pero después de unas cervezas querían descansar. Tenía que cenar, yo había pedido comida en otra cabaña, tuve que dejar a mi papá en la cabañita de Top Che, solo iba por mi comida y regresaba.
Empezó a llover, y el niño que me levantó la orden cuando bajé del camión, no me quiso prestar el plato para llevármelo a la otra cabaña con mi papá, tuve que comer ahí, pero por algo pasan las cosas, me senté en una mesa con ciertos personajes que ya eran parte de esta trama chiapaneca, escuché las historias que Pajarito, le contó a Guillermo, había conocido muchos lugares del país, también a muchas personas famosas, hasta fotos le enseñó, entre ellas había una con Alex Lora. Mientras yo platicaba con Raquel, me recordaba mucho a mi abuelita paterna, tenía la misma dulzura, me sentía cada vez más como en un ambiente familiar, no sé si era la sensación de estar lejos de casa o simplemente el ser humano está programado para encariñarse así de rápido, fuera lo que fuera, me sentía en casa, en medio de la lluvia en la selva lacandona. Pajarito me invitó una cerveza más, me preocupé por mi papá que me esperaba en la otra cabaña, no tanto porque le pasara algo, sino porque él se empezaría a preguntar en donde estaba, me tomé la cerveza y corrí bajo la lluvia, cuando llegué, mi papá estaba platicando con Fer, mi papá se tomaba una cerveza mientras le platicaba sus aventuras de cuando era barman, llegué a la mitad de una interesante platica, le pregunté por los demás, me dijo que se habían adelantado y que ella estaba cuidando de mi papá en lo que yo llegaba, le agradecí mucho. Dejò de llover, nos terminamos las cervezas y nos fuimos a nuestra cabaña, Fer se despidió de nosotros.
XIX
Un retumbar llamó la atención del Príncipe, al principio creyó que se trataba de un tambor, pero sonaba más como un palpitar. Palpitaba corazón, palpita el corazón, palpita el Jaguar, el capullo está por romperse.
Vi pasar a Darío -¡Vénganse a las caguamas!- nos dijo, no lo pensamos dos veces, yo ya estaba algo picado, la noche era joven, además ¿Cuándo me había dado el lujo de “pistiear” en la Selva Lacandona? Le dijimos que en un momento lo alcanzábamos, vi a mi papá un poco mareado –¡No te vayas a poner muy loco!- le dije, el hizo una mueca de sonrisa burlona, nunca supe porque lo hizo, tal vez porque así me decía el cuándo íbamos a los bares, me abrazó, llegamos a la cabaña donde se hospedaba Mireya con Fer, que les había tocado ser vecinas de Mayra y Jaquie, en la mesita de la terraza habían cervezas, cigarros de café y papitas, también estaba Miguel y Darío, más tarde llegó Pajarito. El ambiente se puso bueno, después de algunas chelas a mi papá le dio sueño, me dijo que ya se iba a dormir, lo acompañe, le dije que se acostara y que regresaba más al rato. De nuevo en el cotorreo, el ambiente se puso mejor, Pajarito nos contó de sus aventuras, nos hacía reír mucho, era como ver una rutina de stand up, tiene una gran chispa, después de las risas nos sentimos en confianza, a pesar de tener días de conocernos, se sentía como una amistad de años, empezamos a desahogar las penas que habíamos dejado en Querétaro, todos teníamos una historia, un secreto, un recuerdo, algo que compartir con el grupito, en mi caso, les compartí un secreto y también la razón por la que estaba en Chiapas: Encontrar a mi Jaguar.
Llegó el momento en que Darío habló, nos contó un poco de su vida, de su carrera, que le apasiona. Yo lo miraba hablar y pensaba –Es el Jaguar. A cada uno nos dio un consejo, nos recomendó libros, y sobre todo ser nosotros mismos; tal vez no estaba en un ritual con chamanes Mayas ni bajo el efecto de alguna planta sagrada, pero estaba en un buen lugar con bonitas personas, que en ese momento me regalaron algo de su espíritu y fortalecieron el mío, en eso Darío me dijo –Va a ser muy difícil que encuentres un Jaguar, casi no se les ven, pero no te preocupes, eres lo que buscas, eres tú sobre el entorno, no el entorno sobre ti, ¡Tú eres el Jaguar!
-¿No mames, me vas a hacer llorar!- Le contesté
-¡Un Jaguar muy flaco!- Dijo Miguel a manera de broma, nos reímos y seguimos cotorreando, pero había llegado el momento de ir a dormir, pues por la mañana nos esperaba una larga caminata para adentrarnos en la selva Lacandona. Me fui a la cabaña, abrí la puerta, de pronto vi a mi papa en el sofá con los brazos extendidos y la boca abierta, no se movía, lo primero que pensé fue –¡aquí no, aquí no!- corrí hacia él -¡papá, despierta!- no se movía, lo sacudí fuertemente, de pronto empezó a toser y me dijo -¡Déjame dormir!- mientras se acomodaba en pose fetal, lo llevé a su cama, la verdad si me sacó un pedo que hasta el sueño se me fue, me salí a la terraza trasera de la cabaña, eran las dos de la mañana, no se escuchaba ningún ruido, más que la sinfonía de la selva tocando al ritmo de la noche nublada, prendí uno de esos cigarros guatemaltecos de café, realmente no pegaban, pero olían muy bien, no sé cuánto tiempo estuve solo en esa acogedora oscuridad, pensando, relajándome, hasta lo ebrio se me bajó, solo sentía mucha paz, fue un día lleno de magia.
Soy La Gran Madre, no puedo ver al Príncipe, pero se lo que hace, no puedo interferir en su proceso, pero si guiarlo, aprendió que El Jaguar viene de su espíritu y su corazón, antes de partir me lo dejó ciegamente, lo cubrí con mi manto amarillo para crear un capullo, ha estado latiendo mucho, pero hoy es el día en el que se rompe. El Jaguar ha nacido de ahí, tiene que encontrar al príncipe para fundirse con él, porque desde el principio han sido uno solo.
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