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¡Se lo que intentas!

Actualizado: 13 abr


Por: Sr Morga


Griselda camina entre tumbas y neblina. Lleva una bolsa de tela con varias cosas.


– ¡Aquí estás, hermanita! – dice, sacudiendo el polvo de la tumba, destapando únicamente el nombre, sin que se aprecie el epitafio. Blanca era el nombre de su hermana gemela, que se fue hace un año. Griselda recuerda fragmentos de ese día. Su hermana jugaba, como siempre, en el auto de su padre. Aún era demasiado joven para conducir, pero disfrutaba fingir que lo hacía.



Pone las cosas sobre el gran bloque de concreto y grita:


– ¡He traído los cinco tributos! Manifiéstate.



El silbido del viento se intensifica. A pesar de que el cementerio está vacío, Griselda siente la soledad, abrazada por el frío. En la tumba, se forma un remolino de polvo. Aparece un ser esquelético y pálido, envuelto en una toga negra. Truena los labios en tono burlón:


– La tabla, viajes astrales, sueños lúcidos, médiums, psicodélicos... todo has intentado para ver a tu hermana. ¿No crees que esto es demasiado? ¿Por qué no aceptas simplemente que se fue?



– ¡Porque ella no tenía que irse!


– Sí, eso responde todo el mundo cuando pierde a alguien, pero veo que tú traes una necedad aún mayor.



– ¡Yo la maté!


– No tienes que decírmelo, yo fui a recoger su alma. Pero me gusta escuchar los berrinches. Desahógate.



– Fue el día en que se subió al auto de mi papá. Ese día logró robarle las llaves. Ella estaba segura de que sabía manejar. Encendió el auto. La reté a que fuera hasta la entrada de la calle y regresara a toda velocidad. Yo me pondría frente a ella para marcarle el regreso.



– ¿Ese día también usaste cierta habilidad, no?



– Sí. Cuando venía de regreso, noté que aceleraba. Escuchaba su grito, pero no le entendía. Cuanto más se acercaba, más lograba descifrar lo que decía: "¡No frena! El auto no frena!" gritaba desesperada. Todo pasó en cuestión de segundos. Me quedé petrificada. Cuando el auto estaba frente a mí, extendí las manos por instinto. El coche se levantó del suelo, y en el aire comenzó a comprimirse. Podía sentirlo en mis manos, como cuando aplastas una lata de refresco. Nadie cree que lo hice. Lo catalogaron como un accidente muy violento e inexplicable.


– ¿Y tú crees que fue un accidente?


– No lo sé. Siempre supe que algo dentro de mí estaba... conectado de alguna manera. Tal vez fue ese poder lo que causó todo. No pude controlarlo, pero sé que no fue un simple accidente.



– Entonces, según tú, con tus poderes ¿La mataste?



– Sí, la quiero de vuelta. Le traje estos cinco tributos.



– Bien. Veamos qué me trajiste: bigotes de gato, la cabeza de un santo, azufre y una manzana. Amo las manzanas. Agradezco el detalle, pero no puedo traer a tu hermana. ¡Sé lo que intentas! Así son las reglas en este plano. Ni siquiera quedó un cuerpo. No hay manera.



– ¡Por favor, te lo pido! – ruega Griselda, mientras hace flotar la manzana hasta ponerla en las manos del ente.



– ¿Cómo sabes que quiere regresar? Ella está descansando. Es muy difícil que la pueda traer de vuelta. Yo no pongo las reglas. Solo hago funcionar parte del equilibrio de la existencia. Pero aceptaré tu manzana como soborno. Romperé algunas reglas y dejaré que la veas, para que puedas despedirte de ella.



– ¡Te lo agradezco!



– Pero cuando yo diga que es momento de decir adiós, será el momento, y no habrá más.



Del suelo se abre una zanja luminosa. Poco a poco, aparece una silueta familiar para Griselda.



– ¿Blanca, eres tú?


– ¿Dónde estoy? Lo último que recuerdo es... el auto...


– ¡Lo sé, lo sé! ¡He venido por ti!



– Eres necia, niña – interrumpe La Muerte.



Blanca mira a su hermana.


– ¿Por mí? Pero yo estoy bien. Después de lo del auto, hasta ahora sentía mucha paz. Quiero regresar a donde estaba...



– Shh... Guarda silencio, hermana. He venido a pedirte perdón y a enmendar mi error.


Griselda entra en llanto.


– ¡Perdóname, hermanita! ¡Por favor, perdóname! Solo intenta despertar.



– ¿De qué hablas, Gris? No entiendo nada. ¡Regrésame a donde estaba! ¡Por favor! ¡No quiero estar aquí!


Griselda la abraza.


– Me haces tanta falta, pero no era tu momento.



– ¡Es hora de despedirse! – dice con severidad La Muerte.



– ¡Te esperaré, Blanca! ¡Te esperaré, hermanita! – dice Griselda, mientras suelta lentamente a Blanca.



– Es momento de regresar – dice aquel ente. La mano de la adolescente toma la del espectro, voltea a ver a su hermana.


– ¡Disfruta tu vida!



El ente se pierde en un abismo con la adolescente.


– Esperaremos a Blanca juntas.



– Creo que se equivocó de alma – responde ella.



– ¿Qué? ¡Ya veo, muchachita tramposa!


– No es trampa. Usted olvidó preguntar cuál era el quinto tributo: mi alma. Mi cuerpo se quedó como recipiente para el alma de mi hermana gemela.


– Usaste la manzana para distraerme. ¡Bien jugado!


A la mañana siguiente, una confundida adolescente despierta frente a su propia tumba, sin entender lo que sucede. En su mano, trae la manzana. La hace flotar y dice para sí misma:


– ¡Necesito descansar...



FIN




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