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El Perrito y La Nube

Actualizado: 5 abr 2024


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Hola viajeros de los sueños, les saluda Xolox coleccionista de experiencias oniricas, esto es Fluido Onirico, donde en cada capitulo les contaré algun cuento o relato recopilado durante mis viajes.

A veces reprimimos emociones, no queremos aceptar que algo nos duele, pero como es bien sabido, en los sueños bajamos la guardia y podemos derrumbarnos, mostrando nuestro verdadero rostro, como fue el caso de Santiago, que cargaba con un dolor que no quería aceptar, hasta que un evento oniroco lo cambio todo.


Manejaba por una carretera semidesértica, no le quedaba otra opción a Santiago, tenía que cerrar un trato sobre unos terrenos,  para la construcción de una unidad habitacional retirada de la ciudad, no quería tomar ese camino, la última vez que estuvo ahí fue para huir, de nadie más que de sí mismo .

No había desviaciones, solo el suelo seco, los cactus y los zopilotes rondando en el cielo, había pocos cerros, era la época más calurosa del año, a pesar que tenía más de diez llamadas perdidas y mensajes de texto sin leer, seguía huyendo de sí mismo, se preguntaba porque su madre lo estaba llamando tanto, no importaba que tan larga o corta fuera la carretera, él era su propio desierto, el viento soplaba formando fuertes remolinos, una ráfaga de aire logró colarse en el carro, sus ojos se llenaron de arena, buscó a tientas papel higiénico para limpiarse, sin querer presionó su teléfono y abrió un mensaje de audio: — Hijo, tu papá me contó que vas de paso por el pueblo de Cristóbal, deberías pasar a saludar ¡Hoy es tu cumpleaños! Podríamos celébralo aquí. El hombre hizo mueca de disgusto, siguió por el camino mirando el retrovisor, daba igual si miraba hacia tras o hacía adelante, ni la voz temblorosa de su madre ni los granos de arena en sus ojos lo hacían llorar, se había privado de hacerlo desde hace mucho tiempo, sus mejillas y su corazón estaban cuarteados como el suelo desértico.

 Aceleró, la carretera se le hacía cada vez más familiar, a un lado del camino pudo ver la solitaria capilla color rosa, que indicaba la entrada de esa carretera hacía su pueblo natal, quería alejarse lo más pronto de ahí, quiso poner música en su teléfono para distraer su incomodidad, pero se quedó sin batería, siguió mirando al frente, a lo lejos vio algo sobre la línea punteada, primero pensó que era un espejismo del desierto, no lograba distinguir que era, se fue acercando más, sin duda sabía que ese punto café amarillento se trataba de un animal, Santiago no despegó el pie del acelerador, creyó que al acercarse a él, se asustaría y simplemente se haría a un lado, no se quitaba, logró distinguir que se trataba de un perro de raza pequeña, estaba ahí sentado con la lengua de fuera viendo el auto acercarse, sin ningún temor, como si estuviera retando a la enorme máquina que se aproximaba.

El conductor asustado intentó maniobrar para no atropellarlo, el perro nunca se quitó, aunque bajó la velocidad, el auto perdió el control y fue estrellarse contra un árbol a la orilla de la carretera, lo bueno es que Santiago era muy precavido y tenía puesto el cinturón de seguridad, salió para ver los daños — ¡Maldito perro! te hubiera atropellado. —Exclamó Santiago mientras el perro se iba. Defensa destrozada, llanta ponchada y otros daños, no tenía forma de comunicarse, el auto no arrancaba, lo intentó varias veces hasta caer en la frustración, lo pateo, gritó, ningún auto pasaba para ayudarlo, comprendió la diferencia entre estar solo y sentirse solo. Miró ambos extremos de la carretera, hacia un lado no se veía nada más que el intenso cielo de las cuatro de la tarde, hacia el otro lado una pequeña nube, y si miraba debajo de ella, todavía se alcanzaba a ver la capilla rosa, su única opción era cerrar bien su carro, tomar sus cosas de valor y caminar hacía el pueblo en busca de ayuda. Se remangó la camisa blanca toda empolvada, se aflojó la corbata y con el saco sobre su hombro, caminó hacia el pueblo dándole la espalda a su destino.

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El camino era tedioso para aquel hombre frustrado, porque había que caminar una larga distancia para llegar a la parte habitada del pueblo, trataba de no mirar nada porque sabía que cualquier cosa podía despertar algo en él, algún recuerdo, y lo que menos quería Santiago, era recordar, como esa solitaria estatua de Cristobal Musqueade, fundador del pueblo, que le trajo el recuerdo de la última vez que lo vio desde el carro de su padre cuando dejó el pueblo.

 

Siguió caminando, algunas cosas eran diferentes, como el parque, cual antes solo era un lago, se detuvo al ver un árbol, una pequeña imagen apareció en la mente de Santiago al mirar la puesta de sol, recordó a su abuelo sentado junto a él cuando era un niño, a los pies de aquel gigante frente al lago, su abuelo tenía la mirada perdida, viendo los últimos destellos que el sol regalaba al atardecer, el niño miraba las hojas  con los ojos llenos de tristeza, fue la primera vez que reprimió su llanto. Evadió aquella imagen y siguió caminando sin encontrar a alguien que lo pudiera ayudar, reconoció que ya estaba llegando a ese lugar donde un día fue un niño, se adentró en las calles que eran empedradas, ahora estaban pavimentadas, se sintio perdido, sintió alivio cuando miró la Basílica, porque así se podía guiar, ya que esta se encontraba en el mero centro del pueblo, lo que no había cambiado eran las fachadas clásicas, las subidas y bajadas, los jinetes a caballo contrastando con los autos, la gente de ese lugar siempre fue muy amigable, pero Santiago no lo era tanto, estaba buscando un mecánico por su cuenta porque no quería entablar conversación con nadie, siguió un largo camino que era guiado por la barda de una hacienda, recordaba que ese camino le llevaba a la zona más habitada, ya no se sentía tan perdido, de pronto pasó por un lugar que lo paralizó, el panteón municipal, consideró entrar, se quedó parado frente a la capilla de la entrada por unos minutos, explorando con la mirada entre cruces y mausoleos, pero no, él pensaba en irse de ahí lo más pronto posible, vio al perrito en la entrada de la capilla, sabía que lo estaba mirando, lo invitaba a entrar. «Ese perro, se parece al de la carretera, no puede ser el mismo» Siguió caminando, no le quedó otro remedio que preguntar a un señor que tomaba cerveza sentado en una banqueta —Disculpe, señor ¿Sabe dónde hay un mecánico aquí cerca? —

— Si joven, mire, sigue esta calle hasta topar pared con el deportivo, luego a mano derecha se sigue esa calle y un poco antes de llegar a la Basílica va a ver una casa verde con techo de láminas y puerta blanca, a un lado de las nieves, por cierto pruebe la de garambullo joven, está muy buena. —Gracias señor, que tenga buena tarde — contestó sin motivación alguna.

 

Se sentía tratado como turista, a pesar que sus raíces se habían forjado ahí, haciendo caso de la indicación encontró la casa. —Buenas tardes señora, ¿es aquí la casa del mecánico? — Si Joven ¿Qué necesita? —Mi carro se quedó en la orilla de la carretera, necesito ver si me puede atender. — ¡Uuuy Joven! Eso va a estar difícil, el muégano estuvo bebiendo en la feria toda la noche y se la siguió en la mañana, está bien dormido.

—¿No sabe de algún otro mecánico? — preguntó con disgusto

— Si, pero el otro está igual, los dos son mis hijos, andaban juntos — contestó la señora en un tono burlón, luego miró la frente de Santiago — oiga joven está herido, y mírese, viene todo hambreado y mugroso, pase, le voy a poner un curita en ese rasguño de su frente y le voy a invitar un vasito con agua. 

— No señora, así estoy bien gracias.

— ¿Cómo cree Joven? ¡Venga! —le sugirió mientras lo jalaba del brazo al interior de la casa haciéndolo sentir comprometido— Esto va a ser rápido. Santiago miró la casa, había un aroma que le recordaba a sus abuelos, las paredes eran rosas, había un altar a la Virgen, algunos retratos y veladoras, el comedor era de madera y muy grande, tomó asiento, la señora le ofreció agua y luego le hizo la curación. — ¡Un momento Joven! Yo a usted lo conozco.

— No lo creo, señora.

— ¿Cómo de que no? Eres Chaguito, el hijo de doña Rosalba, nieto de José y Paty, eras un chamaco cuando te fuiste de Cristóbal —dijo la señora muy entusiasmada, como si estuviera viendo frente a ella a un hijo propio — mírate, eres todo un hombre, muy serio por lo que veo, mi niño hermoso con cara de latoso —lo abrazó, pero él no respondía nada— haz de tener como treinta años. ¿Qué te trajo al pueblo? ¿Vienes a ver a tu madre?

—No creo tener tiempo, debo ir a la Ciudad lo más pronto posible. ¿Cree que su hijo despierte pronto?

—No creo que eso pase hoy, ve a ver a tu madre hijo, le hará muy bien, se ha sentido muy sola, ahora vive en casa de tus abuelos, que en paz descansen, además ya está anocheciendo, mañana a primera hora le digo a mi hijo que vaya a buscarte.

—Le agradezco señora, entonces ahí lo veo mañana. Santiago salió de la casa sabiendo que no tenía otra opción.

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Era momento de enfrentar uno de sus más grandes temores, ver a su madre. Llegando al puente del río que atraviesa el pueblo, se detuvo un momento, frente a él estaba esa calle que lo llevaba directo a la Basílica del Anima del Lamento, un ente de escencia femenina conocida por haber tenido una aparición cerca de la región, los lugareños y foráneos la describen como mágica y milagrosa, recordaba muy bien esas historias porque era lo que escuchaba cuando iba a la casa de sus abuelos, el sol daba sus últimos adioses pintando el cielo de azul cobalto, la imponente estructura  hacía contraste con la amarillenta luz que la iluminaba, el ajetreado hombre la miró reviviendo un recuerdo de su niñez, justo ahí donde estaba parado, su abuela le enseñó a tomar una fotografía cuando él tenía ocho años, ella estaba entrando en la tercera edad, pero no perdía su toque de juventud, tenía destellos de canas asomándose en su cabello castaño, largo y quebradizo, la recordaba como una mujer alta e imponente, pero muy cariñosa. — Chaguito, ven, asómate al lente de la cámara ¿Qué ves?

— La Basílica, Abue.

— ¿Qué mas ves?

— El cielo, hay una nube.

— ¿Qué sientes cuando la vez?

— Siento como que le hace compañia a la iglesia, y como si quisiera decirme algo — contestó temeroso— ¿Está bien?

— No se trata de lo que esté bien o este mal, Chaguito, se trata de lo que te hace sentir, escucharás decir a los arquitectos que es una estructura con características del neoclásico, al turista que es hermosa, al sacerdote que es la casa del Anima Divina, pero si tú sientes que te habla, eso es tuyo, eso es tu esencia, tu magia, de eso se trata la fotografía, cuando sientas que algo te habla no lo ignores, escúchalo y captúralo con la cámara.

— Tengo miedo de hacerlo mal, Abue.

— Usa ese miedo, Chaguito, la comodidad nunca te va a llevar a ningún lado. ¿Sabes por qué viene tanta gente a ver al Anima del Lamento?

—Porque les hace milagros.

— Así es Chaguito, y vienen desde muy lejos a agradecerle, a veces ella nos ayuda, pero a veces el milagro somos nosotros, tú eres un milagro, pequeñito.

— ¿Por qué abuelita?

— Porque estás lleno de luz y curiosidad, usa eso para servir al Creador y a la humanidad, toma una foto y algún día será un regalo para alguien. El niño tomó la foto con entusiasmo, el flash lo llevó de regreso al presente, al adulto con esa magia apagada esperando a ser encendida como alguna vez lo estuvo. Pasando la plaza de la monumental iglesia, encontró esa calle por donde corría de niño a la casa de sus abuelos, donde ahora encontraría a su madre, subiendo una colina, ahora era azul, tenía poco de haber sido pintada, Santiago se sentó un rato enfrente, dudando en tocar, tenía veinte años de no pisar ese lugar, aun no sabía si era nostalgia o miedo, se dio cuenta que más adelante había un hotel turístico, podía conseguir un cargador, pedir una habitación y esperar al mecánico, pero algo no le permitía dejar de observar la casa, se animó a tocar. —Un momento, enseguida abro—. Dijo la mujer al otro lado de la puerta. Reconoció la voz de aquella mujer, era su madre, la última vez que la vio fue ocho años atrás.

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Cuando Santiago dejo el pueblo de Cristóbal, jamás se interesó en volver, era su madre quien iba a verlo a la casa de su padre, ellos se habían divorciado cuando él tenía seis años, a Rosalba le gustaba mucho salir de fiesta y beber, lo que provocó el divorcio, el niño lo resintió mucho, su padre le ofreció irse con él, pero decidió quedarse en Cristóbal porque no quería dejar a sus amigos, tampoco a sus abuelos, con quien encontraba refugio más que en sus propios padres, cuando ellos murieron, él se fue a vivir con su papá, porque no soportaba ver a su madre beber hasta perderse, desde ahí ella iba a verlo a la ciudad cada vez que era su cumpleaños. Fue cuando cumplió veintitrés, que le llevó pastel y una botella de whisky, Santiago no estaba muy de acuerdo con eso, pero la dejó pasar a su departamento para partir el pastel. Después de un rato de platicar y ponerse al día, Rosalba dijo:

— ¡Qué bonito lugar hijo! ¿Tú lo estás pagando solo?

— Solo la mitad mamá, la otra mitad la pone mi papá hasta que logre establecerme bien dentro de la empresa.

— ¡Me da gusto hijo! —Dijo mientras se servía un trago— algún día tomarás el lugar de tu papá.

— Eso espero mamá, la verdad es que él me ha apoyado mucho desde que llegué aquí.

A Rosalba le causó ardor ese comentario, bebió de un sorbo todo el líquido de su vaso y se sirvió más

— ¿Y yo nunca te apoyé?  

— En su momento si lo hiciste mama.

— ¿Entonces ya no sientes que te apoyo? — preguntó levantando la voz. — Es diferente mamá, tal vez sería mejor que dejemos de beber.

— ¡No hijo! ¡Te la pasas juzgándome y culpándome de todo!

—Mamá en ningún momento te he culpado, suelta por favor la botella.

— No me lo dices pero lo veo en tu cara. ¿crees que no noto que desde que llegué estás incomodo esperando que me largue? Yo solo quiero recuperar un poco de tiempo contigo, maldito egoísta, me dejaste sola en el pueblo cuando tus abuelos murieron.

— ¡Siempre se trata de ti mamá¡ Desde que era niño estabas de fiesta en fiesta, llegabas irreconocible a la casa, por tu culpa se fue mi papá.

—¿Eso te dijo él? Todo este tiempo te ha estado envenenando la mente.

— El no tiene nada que ver en esto.

— ¡Siempre defendiéndolo!

— ¡No mamá! Yo estaba escondido detrás del sofá el día que discutieron, tú estabas ebria, él te dio a elegir, ¿el vicio o nuestra familia? Y adivina que elegiste

— Tú no sabes lo que yo sufrí.

— Todos sufrimos de alguna manera mamá, ¿tú crees que fue fácil para mi siendo un niño? Si no fuera por mis abuelos todo habría sido peor.

-¡Tus abuelos! te diré algo sobre tus abuelos, ellos estaban tan ocupados trabajando cuando yo era niña, nunca me prestaron atención, tu abuela siempre estaba en su estudio revelando fotos y tu abuelo andaba haciendo reportajes en la guerra, arriesgando su vida, sin importar su pequeña hija que lo esperaba asustada cuando veía las noticias. A tus abuelos no les importabas, ellos solo querían redimir el daño que hicieron cuidando al hijo de la alcohólica que ellos mismos criaron.

— No voy a dejar que hables así de mis abuelos, ellos fueron más mis padres que tú y mi papá.

—Bien, pues ojalá hubieras sido tu su hijo, yo estaba bien antes de que tu nacieras, yo tenía una buena vida, era tan joven, lamento haber conocido a tu padre, lamento haber sido tu madre.

—Y yo lamento que seas mi madre, puedes dormir esta noche aquí, pero mañana tomas el primer camión a Cristóbal, no te quiero volver a ver.

Se fue a su habitación, emparejando la puerta, la vio sentada vencida sobre la silla, con la respiración agitada y lágrimas en los ojos, Santiago también quería entrar en llanto, pero sentía que no valía la pena volver a soltar una sola lagrima, cerró la puerta y no la volvió a ver hasta el día que fue a dar al pueblo de Cristóbal, cuando abrió la puerta de su casa ocho años más tarde.

Fue su sorpresa al ver a una mujer demacrada aparentando más edad de la que tenía.

— ¿Santiago, eres tú?

— Si mamá, soy yo.

— Te envié algunos mensajes, sabía que andabas cerca, no creí que vinieras ¡Feliz cumpleaños hijo! —Dijo mientras lo abrazaba fríamente con duda. Santiago también la abrazó — Gracias mamá ¿Puedo pasar? — Preguntó sin decirle que realmente no era su plan estar ahí. Al pasar vio que todo estaba igual que cuando se fue, a su mamá solo la acompañaban las viejas reliquias, los muebles de madera empolvados, con rastros de agujeros de antiguas colonias de termitas que se habían ido hace mucho tiempo, los mismos cuadros, los mismos trastes, y el mismo a aroma de sus abuelos. — ¿Qué te trae por aquí hijo? Vienes sin maletas, seamos honestos, tú no viniste a verme.

— Como te dijo mi papá, vine a evaluar un terreno que la empresa adquirió para la construcción de unidades habitacionales, un perro se me atravesó y para no atropellarlo intenté maniobrar, perdí el control del coche, me estrellé con un árbol y no arrancó, vine a buscar al mecánico, pero está perdido en alcohol, ¡maldito ebrio! —Hizo una pausa— perdón no quise…

— No te preocupes hijo, hace dos años que ya no bebo, lo dejé por las buenas, ahora mi fe y mi vida están en manos del Creador. Santiago estaba sorprendido — ¿Por qué decidiste dejarlo? Rosalba se levantó de la silla, del refrigerador sacó un pastel, cada año le compraba uno con la esperanza de celebrar con su hijo, ella no sabía casi nada de él después de tanto tiempo sin verlo, y tenía la ilusión año tras año que ese día llegaría.

— A veces en un minuto todo puede cambiar hijo, sabes, me sentía muy sola, cada día me levantaba preguntándome como sería todo si tu abuelo nos hubiera dicho que estaba enfermo, si tu abuela no se hubiera ido, si tú no te hubieras ido, miraba la casa, todas las reliquias y cosas que hay aquí, me di cuenta que yo me había vuelto parte de ellas, que sin mí nadie más las quedría, pensé en quedarme a esperar a que la muerte viniera por mí, pues ya no tenía nada que me motivara a seguir viviendo, era un día que había bebido demasiado, colgué un mecate en una de las vigas del patio de atrás, era uno de los más resistentes que venden en el tianguis, me subí a una cubeta y bueno, pues intenté colgarme.

—No tengo palabras mamá— Dijo Santiago mostrando un poco de compasión.

— Quita esa cara hijo, pues ahí fue donde me di cuenta que algo tenía que hacer, después de estar unos segundos colgada luchando contra mi propio peso, tambaleándome de un lado a otro, el lazo se rompió y caí al suelo, entendí que no era mi hora, que cada trago que di en mi vida me había llevado hasta ese momento, tiré todo resto de alcohol, me senté en el sofá y le dije a La Flaca que la esperaría ahí sentada, pero sin beber, me acerqué a la iglesia. Son esas pequeñas señales las que pueden cambiar todo, tal vez ese perrito en la carretera era una señal para cambiar algo en tu vida.

— Pues no soy muy creyente de esas cosas mamá, yo funciono en el aquí y ahora, viviendo el presente, trato de no mirar el pasado y no preocuparme por el futuro.

Lo tomó de las mejillas mirando su rostro atentamente — Te pareces mucho a tu abuelo, hasta hablas igual que él, algo que he aprendido es que no puedes huir de tu pasado, él es tu maestro si aprendes a verlo así, yo creo que tú no estás por casualidad aquí hijo, algo te trajo aquí hoy. ¡Es hora de partir el pastel!

Santiago se sentía vulnerable, pero no quería aceptarlo, si no fuera por ese perro jamás habría pisado de nuevo el pueblo de Cristóbal, por primera vez sentía que su madre tenía razón, a pesar de su condición descuidada su espíritu era diferente.

— Estás muy callado, cuéntame cómo va tu vida ¿Tienes novia?  

— No mamá, no tengo tiempo para esas cosas, estoy muy ocupado trabajando, la verdad es que no estoy interesado.

— ¡Hijo! No tengas miedo de amar.

— ¿Me lo dices tú? Toda mi vida me abandonaste y pretendes que ahora finja que estamos aquí como si nada hubiera pasado, comiendo pastel. —Gritó poniéndose de pie, luego mantuvo la calma— Lo siento mamá, esto es demasiado para mí, lo mejor es que me vaya.

— No hijo, tranquilo, entiendo que son muchas cosas y que la última vez que nos vimos no fue la experiencia más grata, tengo algo para ti.

— ¿Qué es mamá?

— Es algo que ha estado esperando por ti — Rosalba fue a su recamara por algo que tenía envuelto en un trapo, se lo dio a Santiago. Lo desenvolvió.

— ¡Es la cámara de la Abuela! no puedo aceptarla mamá.

— Es tuya hijo, a ella le habría encantado que tú la tuvieras, aún tiene el ultimo rollo que ella usó, tal vez aun exista algún lugar en la ciudad donde todavía los revelen, te podrías llevar una sorpresa.

—La voy a aceptar, pero no me la voy a llevar, es parte de esta casa.

— Como tú quieras hijo, pero te voy a sugerir algo, mañana pasa al panteón a ver a tus abuelos, después decides si te la llevas.

— No creo que me dé tiempo, mañana a primera hora me voy.

— Bueno hijo, es tu vida, es tu decisión

—lo abrazó, con llanto le dijo

— Espero que algún día puedas perdonarme por todo, tu abuelo siempre decía que la muerte es algo que no se puede evitar, mientras llega, solo hay que quedarse a vivir, pero vivir enserio, es ahora cuando más sentido me hace esa frase. Santiago no hizo nada, intentó abrazarla y le dio unas palmadas en la espalda

— Es tarde mamá, deberíamos ir a dormir.

— Si cierto hijo, es más de media noche, si quieres puedes dormir en la habitación de tus abuelos, mi habitación es donde era el estudio de revelado de tu abuela.

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Santiago se fue a la recamara de sus abuelos, al entrar era como si hubiera dado un brinco en el tiempo, las paredes del cuarto despintadas y marcadas por la humedad y los años, había telarañas en todas partes, miró la cama, prefirió  no acostarse, la conversación con su mamá se extendió tanto que faltaban apenas unas cuantas horas para que amaneciera, frente a la ventana estaba el sofá donde su abuelo se sentaba por las mañanas a leer el periódico, lo recordó sentado como esa mañana cuando lo sentó en sus piernas y le dijo: — Me encanta esta ventana Chaguito.

— ¿Por qué abuelito?

— Mira, desde aquí se ve todo el pueblo, es algo que me gusta ver al amanecer mientras tomo mi café, es mi manera de agradecer otro día de vida, veo hacía el cerro más alto mostrando el simbolo del Creador, en señal de protección al pueblo, veo como todas las personas se levantan a vivir su vida, luego veo la Basílica, ¡Mira que bella es Chaguito! Por esas cosas es que te das cuenta que vale la pena vivir.

— ¿Te da miedo morirte abuelito?

— Antes si tenía miedo hijo, pero he vivido cosas que me han hecho respetar la muerte antes que temerla.

— ¿Por qué Abuelito?

— En mis tiempos como corresponsal de guerra, recibí un balazo cerca del corazón, pisé una mina y casi explota, me secuestraron, y aquí sigo, cuando te toca, te toca, y cuando no, aunque te pongas, es por eso que la vida más que un privilegio también es una responsabilidad, por eso respeta la muerte viviendo tus días al máximo.

Santiago adulto vio un álbum de fotos en el librero de sus abuelos, se sentó en el sofá para verlo mientras esperaba el amanecer, antes de abrirlo miró por la ventana, para recordar la vista favorita de su abuelo, pero estaba oscuro y silencioso, la Basílica ya no se veía porque los vecinos habían ampliado su casa y tapaba la vista, abrió el álbum viendo foto tras foto reviviendo recuerdos, de pronto se quedó dormido.

Santiago estaba frente al cementerio, algo andaba mal, la calle estaba cubierta de neblina, miraba la capilla de la entrada con temor, pensaba en regresar a la casa de su madre, pero era demasiado tarde, una extraña fuerza lo estaba jalando hacía el interior, con pasos lentos buscó la tumba de sus abuelos, «no recuerdo que este lugar fuera tan grande», caminó entre senderos y tumbas por un rato, se  dio cuenta que se había perdido, con la neblina no sabía hacia donde iba, entró en desesperación, que ya no sabía si buscaba la tumba de sus ancestros o la salida. — ¿Hay alguien ahí? Estoy perdido —gritó. Vio la silueta de un hombre — Disculpe ¿Sabe cómo puedo salir de aquí? — preguntó. La figura iba perdiendo su forma mientras se acercaba, se trataba de algo más pequeño, salió de entre la cortina blanca de la neblina, era el mismo perro que había visto la tarde anterior, Santiago se agachó a acariciarlo — ¿Me has estado siguiendo, perrito?

— No estás muy lejos de la salida. — Contestó el perro.

Con sorpresa Santiago contestó — ¿Cómo es que puedes hablar?

— ¡Tranquilo! te lo explicaré más tarde ¿Quieres que te ayude a salir?

— Si, ayúdame— caminó detrás del perro.

—Yo te vi, en la carretera, casi te atropello, me vas a salir muy caro.

— Perdóname, es que necesitaba que me ayudaras a encontrar algo, si tú me ayudas, yo te ayudo a encontrar la salida o lo que estés buscando.

— ¿Qué estás buscando peludo?

— Una nube, se perdió en la neblina.

— ¿Una nube? Pues sí, va ser difícil encontrarla ¿Qué tiene de especial?

— Esta nube es diferente, es mi compañera, lo ha sido siempre, necesitamos irnos.

— Bien, te ayudaré a encontrarla y luego me voy de aquí, nada tiene sentido.

Caminaron un rato más mientras la niebla se disipaba, todo tenía más claridad, aunque todo seguía siendo extraño, a donde miraran, el horizonte no tenía fin, el cielo era totalmente blanco.

— ¿A quién viniste a visitar muchacho? Preguntó el perro.

— A mis abuelos, mi mamá me pidió que lo hiciera.

— ¿Tu no querías venir?

— La verdad es que no, me siento ajeno a todos los simbolismos de la vida después de la muerte.

— Sin embargo estás aquí, cuéntame ¿Quién fueron tus abuelos?

—Mi abuela se dedicó a la fotografía periodística de manera profesional; y en sus ratos libres lo hacía de manera artística, mi abuelo era periodista también, fue corresponsal de guerra muchos años, ellos crecieron aquí en Cristóbal, aquí mismo se conocieron, cuando se retiraron se regresaron para acá, aquí creció mi madre y yo nací y viví mi niñez aquí.

— ¿Por qué te fuiste?

— No quiero hablar de eso.

— Vamos, aquí nadie te ve, nadie te escucha, solo los muertitos y ellos sabrán guardar el secreto ¿Extrañas a tus abuelos?

— La verdad es que sí.

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El perro exclamó con alegría: — ¡Mira ahí está mi nube!— Corrieron hacía ella — ¡Compañera mía! te he estado buscando, él es Santiago, me ayudó a encontrarte.

— Mucho gusto Santiago— Contestó la nube, su voz era como la de una mujer mayor.

— Santiago estaba a punto de contarme sobre sus abuelos.

— Lo siento pero tengo que irme, prometiste que me ayudarías a salir de aquí cuando encontráramos a tu nube, ¡ahora ayúdame a salir!

— Claro que te ayudaremos, solo queremos escuchar tu historia.

— Yo también la quiero escuchar, no tengas miedo, veo mucho enojo en ti pequeñito— Dijo la nube.

— Cuéntanos, a veces es bueno hablar, es muy duro para uno mismo guardarse las cosas — Dijo el Perro.

Los tres se pusieron cómodos debajo de un gran árbol sin hojas, Santiago se dispuso a contarles un poco de su pasado —Mis Abuelos fueron un pilar en mi vida, cuando yo era muy pequeño mis papás se divorciaron, yo presencié peleas, insultos, gritos, me escapaba de mi casa y corría a casa de mis abuelos siempre, ellos me cuidaban y me daban su atención y cariño, eran muy bondadosos, cuando estaba triste mi abuelita me abrazaba… Santiago sintió un nudo en la garganta.

— No te lo guardes, cuéntanos, es momento de sacarlo.

Santiago no quería hablar, estaba experimentando una sensación que no había aparecido por años — Mi abuelito me contaba sus historias de la guerra, mi abuelita me mostraba su amor transmitiéndome lo que sabía de la fotografía, mis papás se divorciaron, él se fue a la ciudad, me ofreció irme con él, pero yo no quería dejar a mis abuelos, mi madre bebía todo el tiempo, ellos eran lo único que tenía.

— ¿Luego que pasó? — preguntó el perro.

— ¡Se fueron! — dijo Santiago con resentimiento.

— ¿Por qué reprimes tu llanto? — preguntó la nube.

— ¡No quiero llorar!

— Tranquilo, solo queremos escucharte, de verdad nos interesa tu historia.

— ¿Por qué les interesa tanto?

— Porque tal vez ocurra un milagro - Contestó la nube, algo le pareciía familiar a Santiago.

Era la mañana de un sábado, mi madre y mis abuelos discutían en la cocina, pensé que mi mamá había hecho de las suyas otra vez, pero por el llanto de mi abuela tuve el presentimiento de que se trataba de algo más, ella tenía un papel en la mano...

­¿Cuando pensabas decirnos? —preguntaba mi abuela iracunda

­­No pensaba decirles porque ya no hay vuelta atrás, está muy avanzado— contestò mi abuelo tranquilamente, siempre se tomaba todo muy a la ligera

¿Cuanto tiempo te queda?­

Seis meses­— afirmo el abuelo

¡Papa! ¿Pensabas solo morirte y no decirnos nada?­— interrumpió mi madre

Para que preocuparlos hija, ustedes no podrían hacer nada, tampoco quería que me trataran diferente por estar desahuciado.

Mi abuela se dio cuenta que yo estaba escuchando —¿Cuánto tiempo llevas ahí Chaguito? — No pude decir una sola palabra, tenía ganas de gritar y de correr al mismo tiempo, lo hice sin parar hasta llegar a aquel árbol en el parque donde nos gustaba ir de picnic los domingos, mi abuelo me alcanzó, llego con dos helados de garambullo, se sentó a mi lado, yo no podía aceptar que la persona que más amaba me fuera a dejar, menos cuando más lo necesitaba, me dijo— Muy pronto partiré, tienes que ser fuerte, cuida a tu abuelita y a tu mamá porque ahora tu eres el hombrecito de la casa- Yo llore y le pedí que no se fuera, me dijo que la muerte era parte de la vida y que tenía que aceptarlo, estaba sentado sobre el pasto, con las piernas estiradas, con la mirada perdida, viendo los últimos destellos del sol, me dijo: — Trata de no contar el tiempo Chaguito, yo me iré cuando se caigan todas las hojas a este árbol, sin embargo siempre estaré contigo. Fue una cuenta regresiva hasta el otorño, parecia que aquel arbol fue testigo y complice de mi abuelo, porque a pesar de que yo no contaba el tiempo, cada mes tenía menos hojas.

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El día del velorio mí abuela estaba muy triste, ellos fueron amigos en su juventud y lo siguieron siendo toda su vida, crecieron juntos, estudiaron juntos, envejecieron juntos, y se fueron juntos, pues esa noche recargada sobre su ataúd mi abuelita murió. Sentí el peor dolor de mi vida… Santiago entró en llanto, El Perrito y La Nube se acercaron a él para apapacharlo

—Entendemos tu dolor- Dijo el perro

— Llora pequeñito, llora.

— Yo no quería que se fueran, me sentí muy solo, quería irme lejos de aquí, lejos de su recuerdo, lejos de mi madre, desde entonces tengo tanto miedo, tengo miedo de amar porque siento que mientras más lo haga, más dolorosa será la pérdida — Dijo Santiago sin poder detener sus lágrimas, de pronto sintió que el perro y la nube habían cambiado su forma y lo estaban abrazando. Escuchó al perro decir — ¡Perdónanos Chaguito! Vivimos en los recuerdos de tu memoria, somos una bella fotografía eterna, y en cada uno de ellos te hemos dejado un regalo, solo tú sabrás descifrarlo.

Sorprendido Santiago dijo — ¡ya me habían dicho eso antes¡ ¿Abuelo eres tú?

—Aquí hemos estado siempre, en tu esencia, en tu magia, tú eres un milagro pequeñito — dijo La Nube

Santiago levantó la mirada, la humedad de sus ojos no le permitía ver bien, pero pudo distinguir que las siluetas que tenía enfrente eran sus abuelos, se tomaron las manos y se fueron caminando. — ¡Esperen! ¿A dónde van? No se vayan, no de nuevo - Sus voces se iban desvaneciendo con ellos, el hombre alcanzó a distinguir que le dijeron — ¡Perdona Chaguito, solo perdona! Santiago Despertó sentado en el sofá con el álbum entre las manos, con la sensación de haber hecho un largo viaje, había amanecido, miró la última foto, era la que había tomado en el puente con su abuelita, no se había percatado de la forma de la nube, era la misma que había visto en su sueño. —Pequeñas señales— Dijo para sí mismo, salió corriendo de la casa, Rosalba lo escuchó desde su habitación pensando que se había ido sin despedirse. Regresó un par de horas más tarde en su auto, entró a la casa, se paró frente a ella la abrazó y le dijo — Mama acompáñame a la ciudad, vamos a buscar donde revelen el rollo de la vieja cámara de la abuela, tal vez nos dejó un regalo que decifrar.

-¿Y tu trabajo hijo?

-¡No importa mi trabajo! mi papá me cubrirá por hoy, veamos que hay en esa camara y recuperemos el tiempo perdido madre.

Subieron al auto para ir a la ciudad, al pasar por el lago, Santiago vio aquel arbol y dijo para si mismo -Juraría que cuando llegué, no tenia hojas.

Fin.

 

¿Será a caso que los que ya no estan aqui pueden vistarnos en sueños? ¿Sera que desde el plano Onirico pueden alterar eventos en la vigilia? Con estas preguntas se despide su amigo Xolox ¡Hasta el proximo viaje onirico!

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1 comentario


Lo mejor que he leído en mi vida por favor sube la foto que encontraron 🥺✨🍂🍃🌙❤️

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